Al asumir el reto de cultivar ají tabasco en el Valle del Cauca, Hugo Restrepo y Cia se convirtió en una exportadora que ha conquistado paladares en Estados Unidos, Medio Oriente y Europa.
Como muchos de los grandes negocios, Hugo Restrepo y Cia nació de una casualidad y de una decisión. Cuando Hugo Restrepo Ramírez, el fundador, era rector de la Universidad del Valle, en la planta de profesores había algunos norteamericanos y uno de ellos le contó que una compañía de su país estaba interesada en realizar pruebas agrícolas en el Valle del Cauca para evaluar el comportamiento que tenían en esa tierra ciertas variedades de ají, especialmente el tabasco. En la mente de este economista se vislumbró una gran oportunidad y se lanzó a realizar pruebas en los terrenos de varios amigos. Y aunque los resultados no fueron óptimos la compañía compradora los evaluó positivamente, lo cual fue una luz verde para que Restrepo desarrollara todo un proceso de adaptación de las semillas a las características climatológicas del Valle.
Para no limitar la capacidad de producción, desarrollaron el modelo de contrato, en el cual vinculan a diversos cultivadores, les entregan la semilla sin costo y les brindan asesoría técnica. Carlos Alberto Varela, gerente de Ventas y Proyectos Nacionales de la empresa asegura que los agricultores tienen grandes ventajas porque cuentan con contratos que estipulan un precio estable y “les garantizamos la compra del 100% de sus cosechas”.
En los últimos 36 años se convirtieron en los principales proveedores de la firma que maneja la marca Tabasco en EE.UU. y sus exportaciones han crecido de una manera destacada al punto de ser mencionados por el Presidente de la Cámara de Comercio de Cali, Esteban Piedrahita, como una de las firmas más dinámicas de la región en ventas al exterior.
Para atender las demandas de producto, hace diez años fundaron una filial en Perú, Capsicum Andino S.A.C., que funciona bajo el mismo modelo de negocio. Camilo Restrepo, hijo del fundador y director de Ventas y Proyectos Internacionales, tiene el cometido de concretar los pedidos en el exterior con contratos a uno o dos años, lo que les permite planear la producción. “Primero vendemos y luego sembramos. No mantenemos inventarios en nuestras bodegas”, afirma Carlos Alberto Varela, gerente de Ventas y Proyectos para Colombia. En promedio, negocian con 40 ó 50 agricultores de diferentes tamaños. Los pequeños siembran en una hectárea; los medianos, en tres, y los grandes, en cinco.
Creciendo de la mano de la comunidad
Aunque la extensión puede no ser muy grande, ejercen un impacto social positivo porque la generación de mano de obra es representativa: en plena cosecha un cultivo de tabasco puede generar 30 jornales por hectárea. Además, se han logrado grandes eficiencias productivas, alcanzando las 25 toneladas por hectárea cuando en Centroamérica no pasan de 10 toneladas. Con una vocación netamente exportadora, ya que en Colombia el gusto por el picante no está tan desarrollado, se han enfocado en proveer a la industria de alimentos que fabrica salsas. El ají tabasco, que se cultiva en territorio vallecaucano, tiene como destino principal el país del norte. La cayena y el habanero, por otro lado, se producen principalmente en Perú y llegan a diferentes países del Medio Oriente y Europa. Entre los planes de la firma se incluye reactivar en el departamento la siembra de algunas variedades que se desplazaron a Perú, dadas las excelentes condiciones de producción que les permite entregar producto durante todo el año. También cuenta a favor el mejoramiento de las semillas, que han logrado mediante alianzas con varias universidades.
“El plan para los próximos cinco años es conquistar otros segmentos o mercados, como el farmacéutico y el agroindustrial, que también emplean productos derivados del ají. Nuestro departamento de Investigación y Desarrollo está concentrando en esta línea”, dice el gerente de Ventas y Proyectos Nacionales para Colombia. Para lograrlo, cuentan con el mejor insumo: la fructífera tierra vallecaucana que les ofrece las mejores condiciones para sembrar un ají apetecido por los amantes del picante alrededor del mundo.